He pedido a mis alumnos que continuasen la Odisea de
Homero, que imaginasen cómo fueron los años posteriores a la vuelta de
Ulises a
Ítaca, cómo fue su relación con
Penélope y con
Telémaco, que ocurrió cuando las familias de los pretendientes supieron que sus príncipes habían sido asesinados. Les pregunté si pensaban que
Ulises podía tener nostalgia de los gloriosos días de Troya, y si creían que la ira de
Poseidón había sido calmada.
Como siempre me sorprendieron. Las historias se fueron leyendo una a una, y por momentos me pareció que viajábamos a los lejanos días de
Homero. No puedo creer como corre la sangre griega por la venas y las arterias de mis alumnos. Sus narraciones estaban cargadas de ese sentimiento trágico que derrochaban los antiguos poetas antiguos, de sangre, de venganza, de celos irracionales, de pasión. Me resultó curioso comprobar que no caían en el maniqueismo al describir a sus personajes. Sus heroes eran pura contradición, pura ambigüedad (Para muchos, Ulises no estuvo nunca a la altura de Penélope y fué un mal padre con Telémaco). Quizás nos estén retratando a nosotros en sus historias, quizás, en cierta manera, dibujan en sus personajes adultos las ambivalencias que observan en nosotros. Imagino que es su forma inconsciente de denunciar que nuestros discursos poco tienen que ver con nuestras vidas. Imagino que están cansados de oirnos sentenciar sobre sus vidas lo que nosotros no somos capaces de afrontar en las nuestras.
Entre todas los relatos escojo estos: una alumna consideró que el pueblo se había acostumbrado al gobierno de
Penélope durante 20 años y que no querían reconocer a
Ulises como rey, ya que ella lo habia superado en bondad, justicia y sabiduría, ¿No es maravilloso? . Otra, relató como a la vuelta a
Ítaca Ulises descubre que
Penélope ha estado
pidiéndole a
Poseidón que le arrebate la vida a su marido por haberla abandonado, y que toda lo Odisea no es más que la respuesta de los dioses a las súplicas de Penélope. Hubo quien contó que el que llega a
Ítaca no es
Ulíses, sino Circe que ha tomado su forma y que planea una venganza cruel por haberla repudiado...
Uno de los relatos que más me gusto es éste que os subo:La odisea II
Desenlace
Ulises caminaba tranquilamente por su residencia contemplando los cristales esmaltados en diversos colores que le dejaban entrever las fiestas que se estaban celebrando en su honor por su regreso y por su hazaña en cuanto a los nobles.
De pronto sintió un pequeño golpe de algo puntiagudo en su espalda y levantó las manos risueño.
- Soy inocente – repetía entre carcajadas.
Detrás de él, Telemaco sonreía mientras apuntaba con su espada a su padre.
- ¿Cuándo empezaremos de nuevo el entrenamiento? – decía mientras movía la espada al aire intentando cortarlo en pedazos.
- Pronto hijo, cuando al alba cante de nuevo la alegría y la tranquilidad nos arrope.
Abrazó a su hijo y ambos disfrutaron del momento, como antes de partir pero ahora había una gran diferencia, ni Telemaco era tan pequeño ni su padre tan joven.
Se oía de fondo la música sonando por todos los rincones de la vivienda y las alegres melodías inundaban toda la estancia y a lo lejos, como una musa contamplando uno de sus retratos llegó Penélope junto a Ulisas y Telémaco.
- Querido, ¿no deberíamos presentarnos en la fiesta? Se han tomado tantas molestias que creo que sería adecuado ¿no crees Telémaco, hijo mío?
- Si madre ¿Podemos padre?
- Si hijo, ve yendo tranquilo, tu madre y yo tenemos que hablar un momento
Acto seguido Telémaco abandonó la estancia dejando a Penélope y a Ulises solos en medio del pasillo rodeado de vidrieras.
De repente un silencio incómodo y a la vez cargado de sentimientos contradictorios rodeaba cada rincón. Fue Penélope la primera en romperlo.
- Aún no creo tenerte aquí, a mi lado, de donde nunca debiste haber partido – puso sus manos sobre las mejillas del héroe – por fin entre mis manos, Ulises mi Rey de Ítaca.
- Pero he vuelto, a tus manos, sano y salvo y me alegra ver que no perdiste la fe y la esperanza en mi regreso, que hallas cuidado tan bien del pueblo y sobre todo del futuro de Ítaca. – dijo mirando por las cristaleras aquel que sería el futuro Rey de Ítaca.
Se acercaron lentamente, los ojos fijos en los del otro y cuando ya Penélope cerraba los suyos un ruido procedente de las calles en forma de galopes rápidos los separó de inmediato. No era normal en la pacible Ítaca en plena celebración.
- ¿Qué demonios…? – dijo acercándose de nuevo al cristal esmaltadom y contemplar de dónde procedía tanto estruendo. Acto seguido Penélope se acercó y torció el gesto de una manera poco usual en ella pero Ulises no lo vio al estar demasiado ocupado.
Repetidos golpes sonaron en el portón de madera y Ulises instintivamente puso a Penélope detrás suyo.
Entró corriendo Telémaco por una puerta paralela a la que estaba siendo golpeada y corrió hacia Ulises desesperado.
- ¿Qué pasa hijo?
- Vienen a por ti padre ¡gritan venganza por sus nobles asesinados!
- ¡Ulises! – girtó Penélope asustada
- No pasará nada, iros a vuestras recámaras, hablaré con ellos – dijo sacando la espada de su cinto.
- Pero… - intentó debatir en vano Telémaco hasta que su madre se lo llevó rápidamente en cuanto se abrió la puerta de la entrada.
Entraron un grupo numeroso de personas bien vestidas y todas armadas, hacía tiempo que la música alegre del pueblo no sonaba y el cielo había oscurecido y empezaba a llover lentamente.
- ¡Ulises!
- Aquí estoy, esperandoos, ¿Qué los trae por aquí?
- ¡Venganza! Mataste a nuestros nobles y nuestos pueblos piden explicaciones ¡les daremos tu cabeza!
Se sucedió una lucha entre los presentes contra Ulises quién intentaba no quedar rodeado por mucho tiempo.
El choque de los hierros sonaba por toda la entrada y las pequeñas chispas salían disparadas al aire.
Penélope estaba escondida tras una de las cortinas de la gran sala y contemplaba la escena un tanto asqueada ya que le estaban robando tiempo de estar con Ulises, después del tiempo que había estado sin el ahora se lo arrebataban que aquella manera.
Salió de su escondite cuando lograron arrebatarle la espada y les gritó enfurecida, muy impropio de ella.
- ¡Quietos! No toquéis a mi rey de esa manera o lo pagaréis caro.
- Penélope ¿Qué estás haciendo? ¡Márchate!
- ¡Jamás! – gritó ella enfurecida.
Los hombres amenazaron a Penélope para que se fuera pues solo querían a Ulises y no querían manchar sus manos con tal musa.
- Hice un pacto con el mismísimo diablo y no voy a desaprovecharlo – dijo Penélope mientras su belleza se volvía truncada a otra similar pero reconocible: Calipso.
Ulises no daba crédito a lo que estaba viendo, como Calipso había suplantado a su hermosa Penélope a la perfección, como había caído en la mentira y como ahora ella le estaba salvando de esa situación.
Aún se maldecía más por no haber creído a Circe en aquel momento en el que le dijo:
“- Penélope ya no es tu Penélope, sino una vil gota de agua contaminada.
- ¿Por qué debería creerte Circe?
- Porque te quiero Ulises, pero se que no soy correspondida.”
Entonce son la creyó pero ahora era más que evidente que tenía que haberlo hecho.
Poco a poco se fueron marchando asustados por la furia de Calipso y cuando los galopes se fueron un lejano “¡Socorro papá!” Se habían llevado a Telémaco.
- ¡Ulises, amado mío, mi rey! – decía Calipso sin haberse dado cuenta de que había cambiado su forma.
- ¡Calipso! ¿Cómo has podido? – dijo Ulises sin dar crédito a lo acontecido - ¡Márchate! Y no vuelvas nunca… ¡nunca!
Calipso se fue tan rápido que apenas las gotas lograban mojarla.
En ese momento Ulises miró al cielo lluvioso y maldijo a Poseidon por todo.
“Solo cuando claves un remo en una tierra donde nunca se haya escuchado el mar…”
- ¡¿Nunca quedarás satisfecho?! – gritó al sordo cielo.
Habían raptado a su hijo, el pueblo se había teñido de ocres y Penélope ya no estaba con él.
Decidió partir a clavar ese remo y ofrecer la sangre de tantas vacas como se le apetecieran a Poseidon para calmar su sed de venganza.
Pasaron dos años, encerrado en una pequeña casa a las afueras de Ítaca pensando y pensando en las palabras de Tiresias, pero al final comprendió el sentido de todas y cada una de ellas.
Hizó la vela y emprendió el viaje, un viaje que le llevaría menos tiempo que la Odisea pero más tiempo olvidarlo: hizo el viaje del revés.
Pasó por todos los sitios que había pasado hasta que llegó al valle de las sirenas y esta vez no se ató a ningún sitio, se puso los tapones de cera y esperó hasta ver alguna sirena.
Cuando ésta cayó en la trampa, Ulises actuó como si estuviera totalmente encandilado por ella y en el momento de máxima aproximación la acuchilló a despecho directamente en el corazón.
La sirena, que era una de las hijas de Poseidon cayó a los pies de Ulises y ahí fue cuando el mismo le clavó el remo en todo el estómago.
- En todos los lugares se escucha el mar pues todo ser parte del agua de la vida, pero no hay más miedo acompañado a la muerte que el de una sirena que no pueda escuchar el mar, como tu hija. Muerto, nadie escucha nada salvo lo que nunca se escuchó y puesto que ellas viven contigo, no querrán escuchar más el mar.
Dicho esto lanzó la sirena a las rocas y vio como la sangre medio azulada las bañaba y como las olas chocaban contra ella como queriendo devolvera al mar, a sus orígenes… en vano.
El oleaje se hacía cada vez mas fuerte y el navío era balanceado con fuerza pero eso no impidió a Ulises salir de ahí gracias a la esperanza de Atenea que lo protegía desde los cielos.
Pasaron días, semanas y hasta meses y si se notaba una pequeña calma después de la muerte de la sirena pero aún le faltaba la sangre de las vacas, nada mas y nada menos que cien vacas… pero Ulises ya lo sabía, sabía a qué se refería.
Esperó, esperó y siguió esperando hasta que por fin la suerte le sonreía y no era para menos, desde hacía unas semanas estaba vertiendo al mar pequeñas gotas de sangre, se su propia sangre.
Si por un lado del estrecho se encontraba con Scilla y con el otro Caribdis y ambos eran monstruos constituidos por muchos animales, la solución estaba clara.
Se acercó a un lado, a Scilla y cuando esta iba a devorarle, Caribdis cayó en la tentación de la sangre de Ulises y atacó en la misma dirección, atacando así a Scilla.
Ambos monstruos empezaron a atacarse mutuamente y Ulises pudo ponerse a salvo en una pared rocosa aunque el mar lo sacudía con el oleaje.
Poco a poco vio como los monstruos iban desangrandose y finalmente muriendo.
- Te ofrezco aquí el equivalente a la sangre de cien vacas en tu propia sangre, dios Poseidon, ¿Cuánta más necesita un dios de su propia sangre para calmar su sed?
Los cuerpos flotaban pero fueron tragados por un remolino y ante Ulises se apareció las puntas de un tridente que acabaron cayendo en forma de corales y algas. Sin duda la ira había acabado pero algo no iba bien, el oleaje aumentaba y era mas intenso.
Ulises cayó de la pared rocosa golpeándose fuertemente la cabeza.
Una voz le llamaba, dulce, melodiosa, fuera delo común: divina.
- Ulises… Ulises… todo ha pasado, ya ha pasado pero recuerda… ¿Qué es sueño y qué realidad? - decía la idealizada voz de Atenea en la cabeza de Ulises que fue abriendo los ojos lentamente.
Se encontraba en medio de una pradera con un grupo de personas tomando flor de lotto, era una pequeña isla, rodeada de una densa niebla y alguien no paraba de repetirle “todo ha pasado Ulises”
Ulises se llevó la mano a la nuca, estaba tirado en el suelo y con flor de lotto en la mano.
- Te caíste Ulises ¡Ya pasó! – se sucedieron risas un tanto desfiguradas por la flor de lotto
- ¡Bendito sea Ulises por traernos a esta isla en medio del viaje! ¡Llevamos veinte años y parecen dos días! – gritaba uno de los compañeros elevando el lotto hacia el cielo
Ulises no entendió nada ¿fue todo un sueño? ¿realmente no habían salido de la isla de la flor de lotto durante todo este tiempo?
Pero Ulises sonrió para si mismo y elevando la flor de lotto y mirando a las estrellas susurró.
- Atenea ¿Porqué no vivir el sueño y soñar la realidad? – y volvió a caer en trance.
FIN